¿Cómo percibimos el tiempo en nuestro mundo actual?
La respuesta común es que vivimos acelerados. Y Han trata en buena parte del ensayo de corregir esta percepción. La aceleración no es lo que desorienta, es la pérdida de sentido. No vivimos acelerados, vivimos en un tiempo fragmentado.
La velocidad a la que se mueve el tiempo en la vida diaria nos tiene confundidos. Los más despiertos rumian en su interior una idea clara: vivimos en una espiral creciente que nos presiona, que nos irrita, que nos agota. Muchos tenemos la sensación de que existimos dando tumbos, que los acontecimientos nos atropellan, que todo parece ser efímero y fugaz. La vida gana aceleración pero pierde duración. Tenemos la sensación de que todo se termina antes de lo que debería. Somos los pasajeros de un tren de alta velocidad que cada vez corre más rápido; la generalidad del pasaje se maravilla de la aceleración mientras unos pocos no terminan de ver con buenos ojos el cariz que toma todo aquello.(...)